Durante muchos siglos y en numerosas culturas, las mujeres han sido meras sombras del hombre, y su papel estaba relegado a las tareas del hogar, al trabajo de subsistencia y al cuidado de los hijos. Sin embargo, no fueron pocas las mujeres que consiguieron salir de ese círculo y hacer otras cosas, esas cosas “de hombres” que les estaban vetadas, y que aportaron mucho a su sociedad y al mundo. Fueron escritoras, místicas, médicas e incluso constructoras, pero sus vidas apenas se estudian en los libros de historia.
Sandra Ferrer ha querido rescatar algunas de esas figuras fascinantes que brillaron con luz propia en un periodo especialmente oscuro: la Edad Media. Fue en ese momento cuando el cristianismo comenzó a institucionalizarse y adoptar ideas misóginas y de sometimiento. Dos modelos de mujer: Eva, la pecadora, la tentación, de quien todas las mujeres somos hijas y por tanto no tenemos salvación. En el otro extremo, María: un ideal de pureza y virginidad inalcanzable. Las mujeres molestaban a los padres de la Iglesia, y eran seres incompletos, imperfectos, analfabetos e incultos. Sin embargo, muchas de las figuras que destacaron en el Medievo fueron religiosas y místicas, algo que no es de extrañar ya que en los monasterios, al menos durante un tiempo, las mujeres gozaron de cierta libertad de movimiento al margen de los hombres, y muchos conventos femeninos funcionaban como verdaderos feudos en los que las abadesas hacían y deshacían a su antojo.
“Mujeres silenciadas en la Edad Media” (Punto de vista Editores) es una obra de referencia para todas aquellas personas que quieran saber más sobre esas mujeres que se negaron a vivir según lo que se esperaba de ellas. Tuvieron un camino difícil, pero consiguieron grandes cosas, y con sus vidas fueron fuente de inspiración para otras muchas mujeres. Sandra Ferrer nos habla de figuras emblemáticas como Hildegarda de Bingen, una sabia polifacética que compuso música, escribió tratados de medicina y asesoró a papas y emperadores, o Cristina de Pizán, la autora de lo que se considera como el primer libro feminista de la historia. Pero también hay hueco para las más desconocidas y de algunas de ellas apenas tenemos unas cartas como referencia, algo que nos demuestra que seguramente hubo muchas, muchísimas más mujeres que se salieron de ese camino marcado pero que fueron arrinconadas por la historia.
Vamos a conocer más sobre algunas de esas sabias medievales rescatadas del olvido en este libro de referencia.
Hildegarda de Bingen
Hildegarda de Bingen no tenía nada que envidiar a Leonardo da Vinci, de hecho entre sus iluminaciones nos encontramos con una figura que recuerda mucho al famoso hombre de Vitrubio recreado por el genio renacentista tres siglos después.
Una renacentista en la Edad Media
Así se refiere a ella Sandra Ferrer, y no es para menos. Hildegarda escribió libros de medicina y ciencias naturales, tuvo hermosas visiones místicas y compuso temas musicales que se alejan de los cánones tradicionales. Hildegarda se ganó el respeto y admiración de los grandes hombres de su época, y papas y emperadores acudieron a ella para pedirle consejo.
Cristina de Pizán
Cristina de Pizán no solo fue escritora: además consiguió vivir de ello y así sacar adelante a su familia tras la muerte de su marido. Su obra más famosa es “La ciudad de las damas” y se considera el primer libro feminista de la historia.
Cristina de Pizán recrea una ciudad alegórica a partir de sus disquisiciones con otras tres damas: Razón, Justicia y Derechura. En ella demuestra que las mujeres no nacieron solo para dedicarse a las tareas del hogar, y para ello rescata las biografías de personajes femeninos míticos del pasado.
Trotula de Ruggiero
Trotula fue la médica más famosa de las mujeres de la Escuela de Salerno, un centro de saber laico que permitía la presencia femenina. Escribió diversos tratados sobre ginecología y obstetricia que se han consultado por médicos de toda Europa durante muchos siglos después.
Lubna de Córdoba
Lubna de Córdoba fue, sin duda, una de las primeras intelectuales andalusíes que se conocen. Aunque nació como esclava, Lubna en seguida llamó la atención del califa Al-Hakam II, que la contrató como secretaria y escriba. Terminó dirigiendo la Biblioteca Real de Córdoba e impulsando junto a Hasdai ibn Shaprut la Biblioteca de Medina Azahara.
Matilde de Magdeburgo
Matilde de Magdeburgo fue una mística alemana autora del libro “La luz resplandeciente de la divinidad”, y además acabó convirtiendo el convento de Helfta en uno de los centros más famosos del misticismo medieval femenino.
Matilde fue criticada por, además de ser mujer, escribir su obra en un idioma vulgar que no era el latín. Se cree que Dante, en su Divina Comedia, dedicó un pequeño homenaje a esta mística medieval en el personaje de Matelda.
Herrada de Landsberg
Hablamos de una abadesa que embarcó a las monjas de su convento en toda una aventura intelectual: escribir una enciclopedia que recopilaba todo el saber conocido hasta el momento. Esta obra se llama “Hortus deliciarium” (El jardín de las delicias) y tiene 324 páginas. Además, fundó una comunidad de canónigos, otra de monjas y un hospital.
Sabine von Steinbach
Aunque se sabe poco de esta mujer, muchos piensan que sería la hija de Erwin von Steinbach, maestro constructor de la catedral de Estrasburgo. Sabine se habría formado como escultora y pintora en el taller de su padre, y a ella se le atribuyen las esculturas de Iglesia y Escultura en la citada catedral.
Jacoba Félicié
En la Edad Media la aportación de las mujeres en el campo de la medicina se limitaba a asistir los partos y poco más. El caso de Jacobe Felicié es paradigmático, ya que ejercía como médico y además cobrara por sus consultas, es decir: era una profesional. Debido a esto, Jacoba fue juzgada por un tribunal universitario, obligada a pagar una multa y amenazada de excomunión.
La condesa de Día
Se sabe muy poco de esta trovadora que en sus versos hablaba del amor, pero de un amor práctico en el que la dama elije a su caballero y toma la iniciativa de la relación. Se llamaba Beatriz y estuvo casada con Guillermo de Poitiers, pero se enamoró de Rimbaud de Orange y él dedicó toda una serie de bellas canciones.
Santa Clara de Asís
Clara Offreduccio fue una mujer excepcional que escribió su propio destino y consiguió vivir acorde con sus propias ideas. Se llegó a enfrentar a su mentor, San Francisco de Asís, y fundó el primer convento femenino con una regla propia que no estaba a la sombra de ningún monasterio masculino. En el primer convento de las clarisas no existía ni la jerarquía ni la riqueza, y la misma Clara predicó con su ejemplo: dormía en el suelo frío, daba las mejores prendas a sus compañeras y no aceptaba donaciones.
Sandra Ferrer, la autora del libro “Mujeres silenciadas en la Edad Media”, escribe también en el blog Mujeres en la historia.
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FUENTE: https://www.muyhistoria.es/edad-media/fotos/10-mujeres-silenciadas-en-la-edad-media/9