Aquejado por lo peor de su sordera, Beethoven utilizaba estos cuadernos para conversar con sus amigos, ya fuera escribiendo las respuestas a lo que éstos le preguntaban, o en caso contrario, haciendo preguntas cuya respuesta, naturalmente, no escribía, y todo ello, finalmente, sin que siempre se encontrara animado para participar en la conversación.