Escucho música. Estimula sensaciones, preña el vacío, invade el espacio y perfila con pequeños mosaicos el lienzo de mis sueños.
La oscuridad es anulada sólo por el reflejo de mis dedos escribiendo mientras la música, esa aldaba de emociones subterráneas que fluyen embravecidas, me trae sonidos que amortiguan una ausencia.
Sonidos que también me hablan de seguir, de avanzar a pesar de todo…
A veces me siento tan esencia que mi cuerpo se reduce a ser el baúl que guarda mi pasado, y abre una puerta más para dejar entrar lo que resta a la clepsidra de mi tiempo. Tiempo que perfila el más lúcido: el hoy, el ahora, el que se escapa a cada segundo.
Una cuerda de violín canta y acompaña el hormigueo de mi abdomen.
Hay más luz ahora. La veo alrededor de mis queratinas. Una lava estalla en cada una de ellas y comprendo que es la misma que asegura que encontraré la salida para poder continuar, para seguir.
Seguir, a pesar de todo.