De nuevo he tenido que lidiar con la manía que tienen muchos de tocar a mi perra Sua, sin preguntar antes si pueden hacerlo.
Sua jamás se mete con nadie, ni perros, ni personas, ni objetos. Por la misma razón, le molesta que le incomoden, en especial aquellos que por algún motivo no le gustan, o, simplemente, no conoce.
Hoy hemos tropezado con una adolescente... Vestía uniforme escolar, y detrás de ella una mujer filipina se empeñaba en que le cogiera la merienda a la vez que hacía equilibrios para cargar con su mochila. La chica, al ver a Sua, se ha acercado a ella para tocarle.
Una vez más, he repetido aquello de: 'lo siento, pero no le gusta que le toquen'.
—¿Por qué? —me pregunta indignada y con cierta arrogancia.
—Bueno —le digo, intentando razonar con ella—, tampoco te gustaría que un desconocido te tocara el pelo.
—Ya, ¡pero es un perro! —dice muy despectiva.
—Sí, y tú tonta, ¡pero es lo que hay! —le contesto.
No he podido resistirme, es decir, no me ha dado la gana.