Ser una aplicada andarina no sólo permite observancias interesantes sino que ayuda muchas veces a poner al día recuerdos y divertidas anécdotas del pasado.
Así hoy, paseando por la playa, he revivido noches maravillosas en las que salía con mi amigo Tomi a compartir confidencias y risas a lo largo de la orilla, gin-tonic en mano, y de pronto he recordado una divertida cena juntos en un restaurante chino.
A la hora de elegir la bebida pensamos en un Faustino. La duda era si pedir un Faustino V o un Faustino VII, incluidos ambos en la carta, y finalmente decidimos que el VII era lo más apropiado para aquella cena.
Cuando un joven chino fue a tomar nota, Tomi le dijo:
- (...) Y de beber: Faustino VII.
- Chi, ¿tinto? -preguntó el camarero, que en su peculiar acento el 'sí' sonaba más o menos 'chi'.
- No, séptimo -le dijo mi amigo.
- Chí, chí. ¿Tinto?
Tomi, que no se estaba dando cuenta del malentendido me miró impaciente pero como vio que yo no podía hablar de la risa, continuó.
- No. A ver, séptimo -insistió impaciente- ¿No ve? ¡Séptimo! Aquí, en la carta lo pone...
- Ya, chí, chí, -contestó enfadado el camarero- Pero ¿tinto o blanco?
La cara de Tomi al darse cuenta fue lo mejor de todo.