Un impactante grito de silencio me hizo volver.
Volver…
de la inhibición diligente,
de la reivindicación abstenida,
de los pasos etéreos,
de la mirada abstracta,
del arte desentendido.
Volver…
a dirigir mi pluma rompiendo márgenes y disecados tabuladores.
Abastecer la mirada de perspectivas asfálticas,
soñar con los pies de raíces y el alma de tierra que los alimente.
Volver…
aunque sea después de diluirme en la fantasía de un escenario,
aún después de abrazar el mástil de una historia creada
a pesar de los placebos de la imaginación.
Volver…
a ser quien sin saber cómo se fue quedando atrás,
en el camino, en el tiempo y en cada arista.
Y serlo junto con esas dosis de hojas escritas
que me ciñen y empujan hacia el mañana,
el mío,
el de mi gente,
el de todos los que reconocen que soñar
es un derecho por el que luchar
y no un eclipse de "sensatas" y estériles realidades.
"SI NO NOS DEJÁIS SOÑAR, NO OS DEJAREMOS DORMIR”.
Así reza una de las pancartas entre los indignados.
Gracias.
Gracias por creer y decirlo,
por salir y mantenerlo.
Gracias por seguir creyendo en ese indiscutible derecho a soñar
y luchar para conseguirlo.