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'EL BESO DE ESTAMBUL'. Matié

Desde las páginas de una leyenda desteñida por el paso del tiempo hasta las mestizas riberas forjadas por sirenas de vela y sable.

Desde los adoquines satinados por el carmín de la derrota y la gloria, hasta los mercados de babel que bailan al compás de propios y ajenos fui buscando una parte de su historia. La que aplaude ante el amor de las guitarras gallardas y los violines gentiles, la que dibuja el rostro de quienes nos ven llegar y casi nunca nos despiden.

Esa historia suya que lidia entre la nostalgia y el miedo, entre lo malgastado y lo perdido, entre la arrogancia del viejo anfitrión y la inseguridad del nuevo invitado.

De pronto, exhausta de no encontrarla y cuando casi me daba por vencida, una niña, desde las escaleras de un tobogán, me lanzó un beso con la palma de su mano.

Me quedé mirándola, desconcertada. Nunca la había visto y sin embargo había algo en sus ojos…

¡Me di cuenta! Aquella mirada me enseñó que todo estaba a mi alrededor. Que tan sólo necesitaba desplegar el abanico de mis cinco sentidos y atrapar el trocito de historia que me traería cada uno de ellos, la que en realidad estaba buscando, la que de verdad me importaba.

Le devolví el beso y con él todo mi entendimiento.

Y por eso a ella le dedico este pequeño homenaje. 

A ella, a quien debo el placer de haber aprendido.