Lágrimas, amargura y valor para poder escribir sobre los siete años de vida que te han robado.
Tiempos que no podrás recuperar por mucho que aceleres tu alma, por más que te vistas ahora con nueva piel que encubra el tedio de la más inclemente realidad.
Cientos de amaneceres que no volverán a verte llorar los ocasos que tanto dolor te obligaba a consentir.
Frívola y estéril máscara de la risa en duelo con las siete mesnadas que pactaron con sus palmas de acero y te desgarraron hasta consumir tu identidad.
¿Cómo mirar de frente con este futuro rebosante de vacío? Y no tan vacío, que ahora lo va llenando otro miedo: miedo al deterioro que se afianza desde la más profunda sombra; miedo al asfalto quebrado y abrupto, al vértigo de un pasado que llama, inmortal...
Miedo al fin y al cabo.
¿Hasta cuándo siempre miedo?